¿Cómo nos cansan las redes sociales?

Hay coincidencia en que un rato de conexión a Facebook, a Instagram o Whatsapp cansa. Y que si el rato se extiende, puede llegar a cansar mucho, aunque aparentemente hayamos estado sin hacer demasiado.

Lo obvio es la atención mental que nos requiere. Al observar las diferentes noticias o comentarios hacemos un gesto mental de evaluación, uno atrás de otro, que se traduce en un gasto energético.

Lo que quizá puede no ser tan obvio es el impacto emocional que tiene en nosotros un rato de Facebook y demás. Si les parece, hinquémosle un poco el diente a este asunto, para poder generar más libertad de elección.

Cuando abrimos nuestra cuenta de, por ejemplo, Facebook, lo primero que nos llama la atención es cualquier mensaje que nos hayan enviado. Si se trata de un mensaje positivo, nos alegrará y si se trata de uno negativo, nos alterará el ánimo incómodamente. Aunque también puede suceder que se trate de un mensaje enviado con una intención positiva, como por ejemplo un «Buenos días», y que sin embargo nos genere una molestia porque justamente estamos embarcados en un día no tan bueno y el mensaje que nos llega nos rechina a nivel celular. Sea como sea el mensaje y nuestra recepción del mismo, se puede afirmar que nos alterará el ánimo.

Luego vamos a ver las notificaciones de comentarios o publicaciones y ahí nuevamente vamos alternando entre emociones cómodas e incómodas, con un vaivén azaroso y caprichoso, cuyas fluctuaciones incorporamos sin darnos mucha cuenta, aunque voluntariamente, claro está, porque nos exponemos a los estímulos sin que nadie nos fuerce.

Para rematarla, luego «scrolleamos» por esa página de «Inicio». Y ahí nos vamos cruzando con publicaciones:

«¡Oh, viene ese músico que me encanta en quince días!». Sentimos la excitación unos segundos y seguimos mirando.

«¿Cuándo vamos a tomar conciencia de la importancia de cuidar el agua que tomamos?». Se genera por ej. frustración mezclada con enojo. Como la emoción es incómoda, nos quedamos un poco menos que con la noticia anterior y seguimos bajando. En nuestra emocionalidad ahora conviven la excitación anterior y la frustración y el enojo.

«¡Ese llamado a concurso laboral tiene fecha límite de presentación 2016! ¿La gente no revisa lo que publica?». La emoción puede ser una gran carga de amargura si justo estás buscando trabajo.

«¡Qué dulzura ese perro cuidando del bebote que duerme!». Y se nos llena el centro del pecho de ternura y felicidad. Pero las huellas de la excitación, frustración, enojo y amargura siguen estando.

«¿Cuándo el mundo parará con el negocio de la guerra?». Y nuestro chakra del corazón se vuelve un sitio espeso, lleno de tristeza, enojo y hasta quizás empezamos a fantasear con una transformación planetaria que como por las buenas parece que llevará mucho tiempo, evaluamos que un cataclismo mundial quizás podría ser un sacudón necesario.

De esta forma permitimos que estímulos aleatorios vayan incidiendo muy directamente en nuestras emociones, por el tiempo que nos mantengamos conectados.

Así es como terminamos cansados.

Así es como terminamos ansiosos o con cualquier otra emoción perturbadora.

Las meditaciones que facilito son meditaciones para calmar la mente. En los talleres gradualmente vamos encontrando un espacio de la conciencia con menos perturbaciones. También entramos en mayor contacto con nuestras emociones y con nuestro cuerpo energético.

Mi propuesta de hoy es que te observes qué emociones vas sintiendo a medida que vas viendo las publicaciones, los e-mails o los mensajes de Whatsapp. Por un lado observar a qué te estás exponiendo durante tu tiempo de conexión y por otro lado observar cuál es el resultado, la emocionalidad remanente, una vez que pasaste un rato en esa actividad.

Permíteme preguntarte: ¿Cuánto hace desde la última vez que pasaste 24 o 48 horas sin chequear tu celular o computadora?

¿Y si pruebas a desconectarte y ver qué sucede con tu estado anímico?

Saludos,

Patricia

 

Hoy es 28 de abril de 2018.

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