Quienes hemos transitado algún curso de meditación sabemos que encontrar paz no resulta tan difícil como muchos se imaginan. En unas semanas más o unas semanas menos llegamos al punto en que nos alcanzan una, dos, o tres respiraciones conscientes para encontrar un espacio amplio y disfrutable cuyo epicentro es el centro del pecho.
Entonces a muchos nos sucede que meditamos varias veces por día y nos sentimos enormemente satisfechos con los resultados de nuestras prácticas… por un tiempo.
Solo por un tiempo, pues luego comenzamos a observar que en el almohadón de meditación se vive el paraíso pero que alcanza cualquier intercambio directo o indirecto para generarnos el viejo y conocido desasosiego. Como ya no somos los mismos, ya no nos adaptamos de tan buena gana a la incómoda alteración energética, física, mental y emocional. Además, como ahora nos observamos mucho más cercanamente, tampoco tenemos el viejo recurso de culpar al mundo por lo que ocurre en nuestro interior.
En ese punto de inflexión, comienza una nueva etapa. Podríamos desmotivarnos pero tenemos dos informaciones que lo impiden:
1) Los logros personales, internos, son más accesibles de lo que nos hemos animado a creer
2) Habiendo constancia, el éxito está asegurado
Con estas dos cartas bajo el brazo, comenzamos el día diciéndonos: «Hoy mantendré permanentemente el contacto con la paz que habita en mi corazón». Lo hacemos a sabiendas de que no lo lograremos en un día. Pero lo hacemos de todos modos, porque ya aprendimos que decidirlo, decretarlo o sentirlo como ya logrado es parte de la receta.
Luego, de noche, antes de dormirnos, nos preguntamos: «¿Cómo me fue con mi propósito?» Entonces observamos sin juzgarnos negativamente, sin castigarnos por los errores, y felicitándonos por los logros. La buena noticia es que mañana habrá a nuestra disposición otro día de práctica.
En esa revisión puedo detenerme en aquellos factores que repetidamente inciden en mi desajuste e idear recordatorios, estrategias para lograr lo deseado inclusive en esas circunstancias.
Necesariamente llega el día en el que a las 7 pm nos damos cuenta de que sostuvimos el contacto con el centro del pecho, con el chakra del corazón, la mayor parte del tiempo. Nos damos cuenta de cómo ante estímulos que solían «sacarnos de las casillas» fuimos capaces de llevar la atención a la respiración, o al chakra del sacro, o a todo el cuerpo energético, y la interferencia duró apenas uno o dos segundos.
El viejo modelo de responder en automático empieza a ser sustituido por una nueva manera de existir y relacionarse. Ahora sí encontramos cómo se le abría la puerta a vivir en paz tanto en el zafu como en medio de una escena familiar conflictiva.
Estos avances son de esos que no se sueltan más. Son de los que no se retrocede ni para tomar impulso. El objetivo es claro: lograr una existencia vivida desde la paz que ya habita en el corazón.
-¿Se puede tal cosa?
-Sí.
Esta entrada ha sido escrita el día 21 de agosto de 2019.
Abrazos,
Patricia