La mente no perdona, justifica.
El corazón tampoco perdona, porque no necesita hacerlo. Sabe que todo tiene un propósito y por lo tanto comprende.
Perdonar es comprender. Pero si se comprende desde el comienzo, no se encuentra qué necesita ser perdonado.
La unidad e interdependencia de todo significa que no hay nadie más culpable que nadie.
Somos cocreadores y desde ahí no hay diferentes partes que puedan juzgarse unas a otras como inocentes o culpables.
Todos tenemos responsabilidad en las acciones de todos. La separación es ilusoria.
La que cree que hay que perdonar es la mente, que tiende a la dualidad.
En cambio, observar con el corazón.
Soltar ataduras a conceptos y abrir el corazón, para recibir. Y para dar.
No hay mucho más.
Conectar con el momento presente desde la entrega, confianza y amor.
Todo lo demás es una pérdida de tiempo y un desvío del camino.

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Entrada publicada por Patricia en calidad de mensajera, nomás.