Dos formas de observar las emociones y su relación con la meditación

Comparto algo que me parece que nos hace falta saber, a todos. Originalmente lo compartí en formato de video (en Facebook). Copio el video abajo. Pero como en él voy un poco al galope, porque no tenía demasiado tiempo, resolví escribir el texto, para que pueda ser leído a la velocidad que les quede más cómodo.

Tenemos al menos dos formas de observar a las emociones.

Una de esas dos formas es saber qué tipo de información de mí misma me da la emoción que estoy sintiendo y aprovecharla en ese sentido, para mejorar o cambiar cualquier aspecto de nuestra personalidad o de nuestra forma de actuar.

Cada emoción nos ofrece un tipo de información. Por ejemplo, cuando nos enojamos, lo que nos está diciendo esa emoción es que hay un deseo frustrado o que hay un límite transgredido. O que ocurren las dos cosas a la vez (cuando esto sucede el enojo es más grande).

Tomemos por ejemplo el caso de un deseo frustrado.

Según el grado de enojo podemos reconocer la importancia que el deseo frustrado tiene para nosotros. Esa ya es una información interesante. Y si se trata de un enojo muy grande, el deseo frustrado significa mucho para nosotros. Por lo tanto, habría que hacer lo posible por obtenerlo.

Si no lo estamos pudiendo lograr hoy, podemos analizar si por ejemplo podemos obtener los recursos necesarios para lograrlo más adelante. Si en cambio vemos que es un deseo de características inalcanzables, podemos redimensionar el deseo, para que sea alcanzable.

En ese análisis del tipo de deseo, generalmente llegamos a tener más claro lo que estamos deseando realmente. Porque a veces nos parece que lo que deseamos es una cosa y en verdad es otra.

Por ejemplo, en mi caso, me gustaría ir a Islandia. ¿Pero es realmente ir a Islandia lo que deseo? No. En verdad desearía tener unos días libres y un cambio de aire. Darme cuenta de eso me permite, por ejemplo, tomarme un descanso y un cambio de aire en un lugar más accesible que Islandia.

O, si realmente ir a Islandia fuera muy importante, entonces debería ocuparme de obtener los recursos para hacerlo (ahorrar para poder hacer el viaje, por ejemplo).

En el caso de que el enojo se deba a un límite transgredido, la invitación es a poner mejor ese límite. A poder definir mejor qué tipo de cosas estamos dispuestos a aceptar o no aceptar. Muchas veces la forma en que ponemos el límite es lo decisivo para que el límite resulte o no. Esto puede ser desafiante.

En el camino de observar todo esto uno va aprendiendo de sí mismo y se van abriendo puertas de posibilidades de crecimiento en todo sentido.

Cada emoción nos da una información específica. No solo las emociones desagradables nos dan información, sino también las agradables, y está bueno saber qué información nos dan y qué hacemos con eso.

Como a la emoción la siento físicamente, me doy cuenta de que está pasando algo y si yo tengo el hábito, la habilidad de detenerme y sentir qué estoy sintiendo y fijarme qué información me está dando eso, y llevarlo a una práctica meditativa, puedo ampliar más todavía el conocimiento de mí mismo o de lo que sea que esté sucediendo relacionado con esa emoción.

La otra forma de observar las emociones es conocerlas como tales, en cuanto a qué son en sí todas las emociones.

Si uno observa qué está sintiendo, sin juzgarlo como agradable o desagradable, y sin tener en cuenta la anécdota detrás de esa emoción, que para este trabajo concreto no nos interesa, lo que uno termina observando es que cualquier emoción es una situación energética que no tiene duración muy larga. Dura unos segundos, si uno no vuelve a alimentarla con el pensamiento que la generó o con un pensamiento similar (que es lo que la sostiene).

Si no pensamos sobre lo mismo que generó la emoción, es muy interesante el hecho de que la emoción disminuye en intensidad hasta llegar a una emoción: calma y tranquilidad. Todas las emociones, cuando uno las observa y no las alimenta con nuevos pensamientos, se transforman en calma y tranquilidad.

Calma y tranquilidad también es una emoción. Los humanos sin patologías emocionales siempre estamos sintiendo alguna emoción.

A mí me da una enorme libertad de las emociones saber que cualquier emoción es un tipo de energía, que además no dura mucho en el tiempo, y que si no la alimento con pensamientos va a terminar en calma y tranquilidad.

O sea, si estoy sintiendo algo desagradable, simplemente tengo que dejar pensar en lo que vengo pensando, observo la emoción como tal, la veo disminuir y transformarse en calma y tranquilidad.

Son dos miradas distintas: en una analizo qué me está informando y la otra es observar la emoción como el fenómeno físico que es, la energía que es, corto el loop pensamiento-emoción, observo, y espero a que disminuya, y ya está. Después elijo qué pensamientos pensar.

Porque recordemos que somos nosotros quienes vamos a buscar a los pensamientos. No sucede al revés; no es que ellos vengan a nosotros. Entonces, teniendo la habilidad de poder elegir qué tipo de pensamientos pensar… bueno, no hay mucho misterio.

Con esta segunda mirada, es más fácil continuar con una meditación. Uno puede inclusive seguir sintiendo la emoción incómoda, o lo que sea, pero trascender eso e ir hacia otro lugar donde las emociones no influyen tanto. Se puede poner el foco de la atención en otro lado y no en las emociones. Las emociones pueden seguir sucediendo pero yo puedo hacer lo mío, que quizás sea, por ejemplo, observar un aspecto cualquiera de mi vida, o de mi personalidad, o de lo que sea que yo quiera modificar o comprender mejor.

Para eso se medita a veces: para poder observar un fenómeno y quedarse focalizando la mente en ese fenómeno, con la conexión con el yo superior, la conexión con mi plano espiritual, y de ahí tener una comprensión más cabal, desde otro lado, no solo con la participación de la mente intelectual sino también con la conciencia del corazón.

A partir de esto es más fácil tomar decisiones, por ejemplo.

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