Si imaginas que estás acostado en una playa oceánica con arenas finas y blancas, ¿qué cambios notas en ti?
Si imaginas que esa persona especial te está abrazando en este momento, ¿cómo se modifica tu estado?
Si piensas en cortar un limón, apretarlo un poquito y llevártelo a la boca, ¿qué pasa en tu boca?
Estos tres ejemplos nos dan una pauta importante: lo que sentimos, y hasta cómo responde nuestro cuerpo, está ligado a nuestros pensamientos.
Tenemos la tendencia a pensar: “cuando suceda tal cosa, me sentiré de tal manera”. Por ejemplo: “Cuando me vaya de vacaciones sentiré tranquilidad”; “cuando termine esta tarea, me sentiré aliviado”; “cuando me case, sentiré estabilidad”; “cuando adelgace, me sentiré más cómoda con mi cuerpo”; “cuando tal persona me trate mejor, me sentiré feliz”, etc.
En una sesión de Coaching, mi Coach me preguntó algo que ha transformado por completo mi perspectiva y mi experiencia en esta área tan gigante que es la de las emociones, y deseo compartir contigo mi ampliación de conciencia en este sentido.
Frente a una situación estresante, que tenía por delante, comenté:
“Cuando haya pasado, sé que me sentiré aliviada”.
Y mi Coach me preguntó: “¿Qué impide que te sientas así ahora?”
Las fichas me fueron cayendo rapidísimo y espero que a ti también te suceda.
- ¿Sé cómo se siente el alivio? Sí.
- ¿Puedo autogenerarme esa sensación de alivio? Sí.
- ¿Necesito algo de afuera? No.
Y entonces, querida amiga (yo me hablo así a mí misma muy seguido), ¿qué estás esperando para autogenerarte la emoción que querés sentir? O, mejor dicho, ¿para qué estás eligiendo darle el poder de tu estado anímico a asuntos externos?
Otro punto de vista de lo mismo, quizás un paso más adelante: ¿Qué tal si practicas a sentir las emociones que te gustan sin que tenga que haber una causa externa para ello?
Al principio podemos usar recursos imaginarios para generarnos las emociones que queremos sentir, para aprender cómo son y cómo se sienten. Para estudiarlas, digamos. Una vez que aprendamos a sentir esa emoción en sí misma, ya podremos ahorrarnos el primer paso.
¿Estás estresado y quieres sentir calma? ¿Cuándo sientes calma normalmente? Imagínate que estás en esa situación. ¿Sientes la calma? ¿Cómo es esa calma? ¿Dónde la sientes? ¿Qué intensidad tiene? ¿Puedes traerte esa sensación sin el paso previo de la imaginación?
Y esto es aplicable a miles de circunstancias de vida. Por ejemplo: tienes que dar una conferencia y te viene poniendo nervioso. ¿Cómo te sentirás cuando ya la hayas dado? Tu respuesta andará, seguramente, por “satisfecho conmigo”, o “feliz de haberme animado”, etc. Y entonces, querido amigo: ¿qué estás esperando para sentirte exactamente así desde antes de darla?
El ser, el sentir y el hacer están divinamente engranados. Es cuestión de ir agarrando un poco más de experiencia en los tres, y todo va volviéndose mucho más interesante y digno de ser vivido.
Como siempre, espero que esto sea alguna contribución para tu experiencia de vida.
Un abrazo,
Patricia
Publicado: 27 de junio de 2017