La vida para quienes estamos aún en estado de «no iluminación» incluye conflictos con nosotros mismos y con otros. Tanto por el camino de los deseos no obtenidos como de la aversión a todo lo que nos ocurre que no nos gusta, nos encontramos con conflictos, con sufrimiento.
Observando a los conflictos de cerca, ¿qué los hace desagradables?
Fácilmente se nota que el síntoma más simple presente en cualquier conflicto, el más evidente, es una emoción incómoda o desagradable (enojo, tristeza, culpa, vergüenza, miedo, etc.).
Todas las emociones se viven como sensaciones físicas en una determinada parte del cuerpo, que tienen características energéticas concretas. Si generalizamos, ¿qué diferencia en sensación física tienen las emociones cómodas de las incómodas?
Que las emociones cómodas se viven como (y con) relajación y las incómodas como (y con) tensión.
Por lo tanto, tomar la decisión de sostener un conflicto implica sostener la tensión y hacer un gasto energético personal importante. No sostenerlo, en cambio, nos evita ese esfuerzo, que permea varios planos: físico, mental, emocional y energético, y redunda, entre otras cosas, en un ahorro energético.
Si tomamos conciencia del estrés, desacomodo o esfuerzo en estos cuatro planos que significa sostener un conflicto, me inclino a creer que optaremos por optimizar el uso de nuestra energía personal y procurar la relajación, el bienestar.
Nuestra energía se ve alterada por distintos factores pero quien tiene el mayor poder para modificarla es uno mismo. Para ello, tomar conciencia de sus variaciones es el primer paso; el segundo será ir encontrando las maneras de armonizarla y generar mayor bienestar.
El plano físico, mental y emocional están completamente relacionados. Cuando queremos lograr un cambio en un plano, muchas veces se puede lograr haciendo un cambio en otro plano. Un hecho conocido es que si nos sentimos deprimidos y hacemos ejercicio físico, suceden alteraciones en el plano físico que generan cambios en las emociones. Asimismo, si pensamos por un rato en algo triste, nos invadirá la emoción tristeza. Y si nos exponemos a un contexto energético de bajas vibraciones, podrá derivar en inconvenientes mentales o emocionales, y físicos.
Ya que la tensión y la relajación son síntomas muy fácilmente identificables, podemos utilizarlos a nuestro favor de distintas maneras.
Por ejemplo, siendo que todos los planos se interrelacionan, frente a un conflicto procurar la relajación física contribuye con la relajación del plano mental, que entonces puede tomar mejores decisiones. También genera emociones más agradables y se observa una mejor organización de nuestra energía personal.
Como veo las cosas, la oportunidad que nos da un conflicto es de trabajar la elección personal entre generar y utilizar la energía eficiente e inteligentemente o malgastarla torpemente.
Si te parece de interés, cuando surja el próximo conflicto en tu vida observa cuánta tensión y relajación hay involucrados e investiga los caminos que eso te abre para lo que sea que quieras trabajar y lograr en relación a ti mismo.
¿Cuántos años, meses, días, horas, minutos o segundos de tensión, incomodidad y energía desarmonizada decidirás ofrecerle a tu próximo conflicto?
Espero que esto contribuya un poco para que sigas descubriendo cada vez más tu poder personal y la libertad que viene de la mano con tu autoconocimiento y con la decisión de hacerte responsable de tu existencia.
Las anécdotas de la vida son el escenario que esta nos regala para que podamos ir aprendiendo y desarrollando cada vez más libertad de los hechos externos, para reconectar cada vez más con nuestro ser superior, con nuestra esencia que siempre se encuentra en unidad con la existencia en su totalidad. Ahí no existe la posibilidad de conflicto, o en todo caso cada conflicto es una excusa para recordar que todos somos uno y que los átomos que nos forman a todos, o que todos habitamos, están hechos de los mismos elementos.
Cariños,
Patricia
Esta entrada fue escrita el 16 de enero de 2020 gracias a la aparición de un nuevo conflicto.