Recuperar el valor del tiempo a solas

Imagen de StockSnap en Pixabay

Nuestro devenir en comunidad nos ofrece la oportunidad de relacionarnos con otros. Eso ha sido así desde que el humano se agrupó. Hasta el boom de internet y los celulares esa coexistencia alternaba con muchos momentos a solas.

Con el uso que le estamos dando a los medios de comunicación, el tiempo a solas, ese tiempo en que la única comunicación posible es con uno mismo, se redujo a un mínimo, inclusive ha desaparecido en algunos casos.

Por dar un ejemplo, no han sido pocas las personas que al acercarse a aprender a meditar afirmaron que no contaban con 10 o 15 minutos para practicar. Eso implica que no cuentan en sus días ni siquiera con 15 minutos sin estímulos externos, a solas con ellos mismos.

Me incluyo entre los actuales adictos a las comunicaciones con otros, ya sea en algunas redes, en whatsapp, en el mail o en páginas web de mi interés, y es por eso que hoy estoy indagando este asunto que les propongo observar.

Hace algunos años los únicos estímulos externos que podían interrumpir nuestro tiempo a solas eran el teléfono de línea (cuyo precio no era accesible para todos, por lo que su uso tenía límites) o el timbre de la puerta de la casa. Solo excepcionalmente estábamos expectantes de uno u otro.

Entonces, el tiempo a solas era tiempo verdaderamente con uno mismo y uno se ocupaba de utilizarlo sabiamente. Según las épocas de vida eso podía incluir infinidad de asuntos, desde aprender a saltar a la cuerda o a jugar al ajedrez y descubrir cómo funcionaba el mundo y los objetos del mundo que nos rodeaban, hasta ir profundizando el conocimiento de nosotros mismos, con nuestros sentires y demás.

Observemos qué está pasando hoy. ¿Cuánto tiempo verdaderamente a solas tenemos? O sea, ¿cuánto tiempo tenemos sin estar intercambiando activa o pasivamente con otros?

Y ese tiempo que sí tenemos verdaderamente a solas, ¿cuán valioso está siendo? ¿Qué valor le estoy dando yo y qué valor espero que tenga?

A muchos nos está pasando que al estar en alguna tarea que nos tome un tiempo nos emerge una inquietud por saber si ha llegado algún mensaje por alguna de las tantas vías que puede llegar. En esa mirada expectante hacia afuera nos estamos perdiendo la relación con nosotros mismos y con nuestra propia vida.

Una de las consecuencias de este mirar hacia afuera y perder la relación con uno mismo es un sentimiento profundo de soledad angustiante. Buscando el sentido en lo externo me desconecto de mí mismo, y al no estar yo para mí, me siento realmente mal. Obviamente no habrá ningún estímulo externo que pueda suplantar mi propia presencia en mi propia experiencia de vida.

Sabemos que los mecanismos y hábitos personales son modificables si así lo deseamos y lo decidimos. Si has notado que la cantidad de veces que interrumpes una tarea para conectarte a algún objeto electrónico no es saludable, la decisión de modificar eso es tuya.

Por último, notemos que completamente interconectado con lo dicho arriba está nuestra actividad mental. Cuando estoy a solas y me descubro pensando en algo, ¿estoy pensando acerca de mi propia vida o estoy pensando acerca de la vida de alguien más?

¿Me siento bien acerca de cómo vengo transitando la experiencia de vivir?

Que así sea: ser, sentir y hacer en una unidad armónica.

Entrada escrita por Patricia Schiavone, el 12 de febrero de 2021.

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