EL PODER DEL HABLA Y LA CONSIGUIENTE RESPONSABILIDAD

Cuando hablo, ¿estoy comunicando y creando un puente con el otro?

¿O estoy utilizando la palabra como válvula de escape para aliviar tensiones?

¿O estoy utilizando la palabra para manipular y lograr algo del otro?

Cuando hablo ¿estoy haciendo el bien o estoy haciendo daño?

La sociedad se encarga de que nuestras acciones no sean muy horribles, y por lo tanto solemos comportarnos, pero ¿cuánto cuidamos no hacer daño con las palabras?

Una sola palabra u oración puede elevar o derrumbar la autoestima de una persona. Una sola palabra u oración puede plantar la semilla del entusiasmo o del miedo en otro ser. Una sola palabra u oración puede influir en el estado anímico y las posteriores tomas de decisiones de otra persona. Una sola palabra u oración puede incidir positiva o negativamente en el presente y futuro del otro. Me atrevo a decir, que inclusive puede significar la vida o la muerte, llegado el caso.

¿Cotidianamente somos suficientemente conscientes de la responsabilidad que manejamos al emitir palabras u opiniones?

Por un lado hoy quiero traer a nuestra atención (la mía también, claro está) el bien y el daño que podemos causar con palabras, pero también otro aspecto:

¿Qué es lo más valioso que todos tenemos en la vida, además del oxígeno?

En mi opinión es el tiempo de vida. Es finito. No sabemos cuándo se termina, pero se termina.

En ese marco limitado queremos atender nuestras obligaciones y prestar atención a nosotros mismos (salud, hobbies, descanso, etc.).

Cuando hablamos con otra persona estamos utilizando lo más sagrado que esa persona tiene y sería bueno considerar si la inversión de tiempo y energía que esa persona está haciendo al escucharnos es valiosa o no lo es. La evaluación depende 100% de cuán egocéntricos, amorosos o compasivos sean el motivo y el objetivo de esa comunicación.

La forma de la comunicación juega un papel importante, claro está, pero no si no está en conjunción con la motivación compasiva. Alguien puede ser muy amable y cuidadoso en su tono y palabras pero si eso no proviene de un cuidado e interés auténtico, el que escucha percibe que está hablando con un manual de comunicación asertiva o con un punteo de buenos modales comunicativos. Se siente claramente cuando no es una comunicación auténtica… y supongo que coincidimos en que es muy molesto.

Para no hacer este artículo muy largo, terminaré proponiendo cuestionarnos lo siguiente antes de hablar:

¿Qué decir?

¿Para qué? – Tener clara la respuesta a esta pregunta quizás sea lo más importante.

¿Cómo?

¿Por cuánto tiempo?

¿Qué creo que generaré en el otro? ¿Qué no quiero generar en el otro? ¿Cómo lo voy a monitorear?

Dicho así puede sonar algo complejo, pero si lo integramos como hábito, lo haremos naturalmente y sin dificultad.

¿Estás de acuerdo o en desacuerdo con algunas de estas ideas?

Me encantaría leerte.

Patricia Schiavone

Hoy es domingo 29/6/25.

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