Viví 17 años en un apartamento que quise y quiero mucho. Era oscuro y desde las ventanas solo veíamos el patio y una pared. Tenía sus múltiples ventajas (aislado del ruido de la calle, x ejemplo, y se sentía seguro y acompañado).

Lo que no sabía en aquel tiempo era que esa pared que veía desde las ventanas y la falta de sol eran la receta de un enorme disfrute posterior. No cabe duda de que mi alegría por estas vistas actuales fue macerada con los 17 años de ausencia de cielos, lunas, soles y atardeceres.

Procuro a diario la claridad de ver mis incomodidades presentes como presagios de felicidad futura. Ahora no me es tan, tan difícil pues a pequeña escala voy viendo transformación.

Al tomar pequeñas, aparentemente nimias decisiones cotidianas, algunas consecuencias se pueden ver con claridad y algunas veces con inmediatez.

Hay un porcentaje del karma que no es tan evidente pero hay otro porcentaje que es llamativamente obvio. Con eso me basta para mantener el foco.

Tenemos la tendencia a inclinar nuestras creencias hacia el lado de nuestra comodidad. En mi experiencia me viene pareciendo maravilloso notar que toda valentía de caminar el sendero incómodo me concede bendiciones que van mucho más lejos que la incomodidad.

Continúa. Porque el Aquí y Ahora es eterno.

Abrazos,
Patricia

Hoy es 27 de julio de 2024