
Gracias a la impermanencia tenemos la experiencia humana que conocemos.
Si sabemos que todo cambia todo el tiempo, observemos cuán inútil es intentar evitar ese cambio. Sin embargo, es a lo que nos dedicamos con ahínco.
Es común que no le tengamos simpatía a la impermanencia porque la asociamos con la muerte y el fin. Lo que no tomamos en cuenta en esa mirada es que: a) hay fenómenos que preferimos que finalicen; b) sin un fin no existe un comienzo.
Cuando avanza el otoño y los árboles empiezan a quedar pelados, no nos gusta. Sin embargo, cuando en primavera surgen los brotes no nos molesta. La ley natural detrás de ambas situaciones es la misma: la impermanencia. Esa parcialidad de mirada surge de una elección: observar solo una parte y no el todo.
La propuesta de hoy es que observemos el 100% de lo involucrado en la impermanencia. Si el 100% es demasiado pedir, ampliemos la mirada y observemos más de lo que venimos observando hasta el momento.
Si te interesa profundizar en este tema, evalúa la posibilidad de participar del seminario titulado «La impermanencia» que tendrá lugar del 5 de noviembre al 3 de diciembre, presencial, los martes a las 19h, en Cordón, Montevideo.
Saludos,
Patricia